viernes, 24 de diciembre de 2021

Una jirafa, un reno, y las cosas pequeñas.


Hace unos días, mientras estaba con unos amigos, entre anécdota y anécdota salió un tema peculiar: el humor. Alguien comentó sobre los chistes. “Si el chiste es bueno, aunque lo leas, te hará reír.” “El ‘toque’ está en cómo lo cuentan, hay chistes tan malos que hasta dan risa.” decía otro. Eso me hizo recordar algo que escuché ya hace tiempo, una especie de enigma-chiste-adivinanza: “¿Cómo metes una jirafa a un refrigerador? Abres el refrigerador, y metes la jirafa.”

En realidad el acertijo consta de 4 preguntas, todas con respuestas igual de lógicas, extraordinarias y ridículas que la primera (el problema no es la jirafa, el problema es el tamaño del refri, diría Arjona). Sin embargo, a mí nunca se me ha dado eso de contar chistes, siempre he preferido contar historias, de hecho por eso está este blog; historias como las de Robert May, y por si acaso, y ya que está tan de moda el hombre araña, no, Robert no era un tío perdido de Peter; chistes malos aparte, Robert era un tipo normal, o mejor dicho, un tipo con una vida normal, tan normal que hasta tenía crisis. Evelyn, su esposa, tenía cáncer, ambos estaban fuertemente endeudados y además de eso en la tienda en la que trabajaba corría el rumor de que llegaría una ola de despidos. Sí, justo para la época navideña. ¿Qué más normal que eso?

Robert vivía en Chicago, siempre había soñado con escribir grandes historias y novelas, y aunque llegó a trabajar de escritor, yo realmente dudo que fuese lo que él esperaba, pues su trabajo consistía en escribir la descripción de la ropa en el catálogo de la tienda. Todos los años la tienda compraba paquetes enteros de libros para colorear y los regalaba durante la época navideña, y entonces, en 1938 algo cambió. Su jefe le pidió que escribiera un cuento navideño, pues ese año, para elevar las ventas, querían hacer algo distinto. Comenzó a esbozar sus primeras ideas. Navidad… Magia... Fantasía... Animales... Renos…
Escribía una y otra vez la historia de Rodolfo, en rimas, en prosa…pero cuando casi estaba terminado el cuento, Evelyn falleció. Pasó casi un año para que Robert terminase el cuento, pausó la historia casi tantas veces como la reescribió, le echaron de su casa y tuvo que ir a vivir a casa de sus suegros. ¿Ya ven, qué más normal que eso? (como diría el meme: ¿qué a ustedes no les echan de su casa?) Ya, en serio… Sus jefes le ofrecieron muchas veces ‘abandonar la historia’ para que alguien más la pudiese continuar, pero tantas veces como la reescribió y la pausó, también se negó dársela a otra persona, y en agosto de 1939 lo terminó. El mismo Robert contó alguna vez que sentó a sus suegros y a su hija Bárbara en la sala de su casa para leerles el manuscrito y que cuando vio su expresión, al terminar, supo que había logrado lo que tanto había querido.

En diciembre de ese año la tienda regaló 2.4 millones de copias. El cuento fue un éxito entre los clientes de la tienda, y no se imprimieron más porque estaba comenzando la segunda guerra mundial y había restricciones con el uso del papel. En 1946, la disquera RCA Victor le ofreció a Robert hacer lo que hoy sería un audio libro con el cuento. Las cosas ya no parecían tan mal… pero surgió un problema (ya ven, una vida normal…): el cuento, aunque era totalmente de su autoría, lo había escrito por encargo, ergo, él no contaba con los derechos.
El vicepresidente de la compañía, que era muy amigo de Robert, convenció al resto de los directivos para que le cedieran los derechos. Y ahora sí, Robert podría hacer cualquier cosa con Rodolfo, o, casi cualquier cosa, porque ¿recuerdan que les dije que Robert tenía una vida muy normal? Bueno, cuando parecía que, ahora sí, todo iba por buen camino surgió otro problema; el cuento había sido tan exitoso, que nadie quería volver a publicarlo (porque todas las copias las habían regalado). Sin embargo, como toda vida normal, Robert se encontró con alguien ridículamente bueno/generoso, tanto que estuvo listo para ayudarle. Harry Elbaum, que también era editor, dijo que se había identificado tanto con Rodolfo que estaba dispuesto a sacar 100, 000 copias. El cuento volvió a ser un éxito, ahora ya no solo en la tienda sino en cualquier puesto de venta de cuentos, periódicos y revistas.

Y entonces, comenzó la Rodolfomanía. Robert llamó a Johnny Marks, su cuñado, quien era músico, para pedirle una canción para Rodolfo, aunque Johnny dice que la famosa canción  fue idea suya y cuenta un relato totalmente distinto –insisto: una vida completamente normal–, de hecho, eso mismo le terminó distanciando de Robert, pero eso es otra historia...

A propósito de cosas difíciles y de la simpleza necesaria para entender cómo algo grande cabe dentro de algo ‘pequeño’, hoy, me gustaría terminar citando uno de mis fragmentos favoritos de Las Crónicas de Narnia, aprovechando la fecha; claro, no sin antes anhelar que, después de tantos cambios, tantas lágrimas, tantas perdidas, y tantos ‘sube y baja’ de la vida, al final todo vaya mejor, como le pasó a Robert… no, ahora que lo pienso, mejor no. Mejor anhelando que, después de tantos cambios, tantas lágrimas, tantas partidas, tantas mudanzas, y, por qué no, tantas alegrías, siga prevaleciendo la fe, como le pasó a María... como le pasó a san José. Mientras tanto… ¡Feliz navidad!

«–Me parece –dijo Tirian, sonriendo también– que el establo visto desde dentro y el establo visto desde fuera son dos lugares distintos.
–Sí –repuso lord Digory–, su interior es mayor que su exterior.
–Sí –indicó la reina Lucy–, también en nuestro mundo, en una ocasión un establo contuvo dentro algo que era mucho más grande que el mundo entero.»

- Las Crónicas de Narnia, La última batalla.


Robert May y su hija Barbara
con la primera edición de "Rodolfo, el Reno de la naríz roja".


Que vea… aunque a veces no vea.

Dicen que nunca es tarde para contar una buena historia, quizá eso me ha dado cierta comodidad cada vez que me he dispuesto a escribir. La c...