lunes, 28 de noviembre de 2022

El Grupo de la ?uerte

Hace tiempo, comentaba con unos amigos algo sobre una de las interrogantes eternas de la vida: ¿cómo sabes cuándo insistir? y especialmente, ¿cómo sabes cuándo dejar de insistir? Debo decir que el insomnio y algunas dudas me han hecho replantearme esa pregunta varias veces. Quizá eso haya sido lo que me llevo estos últimos días a plantearle esa misma pregunta a un amigo sacerdote que respondió sabiamente con otra pregunta, inesperada pero totalmente lógica: ¿insistir en qué? y sobre todo ¿para qué?

Es muy probable que tantas preguntas hayan re acomodado las ideas, y claro, para alguien como yo, que es fan de las ideas locas que la gente suele rechazar, la ausencia no podía ser tan larga.

Sería absurdo escribir y retomar el blog como si nada hubiese pasado, porque desde la última vez, las ideas han sido más que suficientes como para excusarme detrás de un hackeo o la falta de historias por contar, porque el contenido ha sido tan basto como el que alguna vez me propuse, contenido incluso separado por temáticas, por sentimientos, calendarios u horarios, pero que como todos sabemos, nunca llegó… al menos acá, porque con un whatsapp, un café, una canción, una película o un libro, las historias nunca han faltado. Desde la más inédita hasta la más famosa. Cada una con su propia esencia y peculiaridad. Sin embargo, por muy quemado  que esté, esta vez hay que hablar de algo, eso de lo que todos hablan, pero que contado por alguien desapasionado, indiferente y hasta ecuánime, podría ser aburrido y cansino. Esta vez hay que hablar del Mundial de futbol. Claro, no de El Mundial como evento, como alfombra roja ni como mina de oro para las marcas más famosas del mundo o como el espacio publicitario perfecto, ni siquiera pretendiendo ser la mejor fuente de los sabías que más rebuscados de todo internet, de eso que se encarguen los otros, de cualquier forma, pensándolo bien ¿qué más se podría contar sobre eso?

Esta vez escribiré sobre el Mundial como me gusta: con sentimiento y a mi manera. No desde un estadio o desde un punto de vista político y religioso, de eso que se encarguen los otros, desde el sentimiento, ese sí es para nosotros, quienes nos emocionamos por algo de lo que realmente ni siquiera somos (al menos por ahora) participes directos. Que lo único que tenemos para contar es cómo gritamos “¡Gol!”, como si nuestra nacionalidad pasara de Brasil a España o de Túnez a Kuwait en 90 minutos.

Porque el futbol dice mucho más que un partido. Donde hay desgracia, necesidad, pobreza, discapacidad, o incluso catástrofes naturales, ahí está. Porque sin darte cuenta, durante un mes, el futbol te mueve. Y no me refiero solamente a aquellas personas que son capaces de cambiar su agenda diaria según el calendario mundialista o de dejar hábitos que parecen inamovibles solo por no perderse ningún partido, Mueve y está en lo que pasa en tu día a día durante un mes. Está en tu rutina, en tu trabajo, en lo que estudias, en lo que haces. En tu vocación y profesión. En lo que pasa en donde vives y hasta, por qué no, en tu espiritualidad y vida de fe.

Porque el futbol es más que una asociación y el Mundial de futbol es más que un evento deportivo; Es deporte en la cancha, es pasión la tribuna, es negocio en las oficinas. Es comedia, pues nos entretiene y nos hace pasar un buen rato. Es drama, pues a veces hasta nos hace llorar. Es novela, pues nos mantiene, hasta el último segundo, con la intriga de saber qué va a pasar. Es poesía. Es incertidumbre. Es indescriptible. Es un cúmulo de sentimientos… Está tu país, te emocionas, está tu ídolo, te emocionas, tu país fue campeón, te emocionas, tu país puede ser campeón, te emocionas… porque el mundial de fútbol, es más que solo un evento deportivo… no está tu ídolo, te emocionas, juega la selección del país que peor te cae y te emocionas… mientras más se acerca el día de la final y menos partidos hay, más te emocionas…

Ahí estás, sintiendo eternos los días sin partido, eternos como aquellos días tan malos. O emocionándote, asegurando que acabas de vivir algo inolvidable porque todo mundo dice que ese gol que tú viste será probablemente el mejor del mundial, y solo por eso ahora las penas pesan menos y hasta eres un poco más feliz.

Ahí estás, con el periódico del día listo, revisando el horario de partidos a primera hora, o en la noche preparando el calendario de bolsillo, con el que tantas instituciones aprovechan hacer propaganda porque saben que al día siguiente, antes de ir a trabajar, no faltará en la bolsa del pantalón o en el bolsillo de la camisa.

Porque durante el mundial los sentimientos pueden más… Porque las victorias de un equipo alimentan el orgullo de una nación. Porque el mundial mueve y paraliza a la vez

Porque todos conocemos a alguien que se emocione con los partidos, aunque su país ni siquiera vaya a participar. Aunque no tenga idea de tácticas de fútbol y lo que es un 4-2-3-1, aunque no tenga idea de cómo se pronuncia realmente el nombre de los jugadores titulares de cada equipo o del país revelación y no sepa “nada de su historia ni de su filosofía” como dice la canción, pero que está con la garganta lista para reclamarle al televisor como si el árbitro le pudiera escuchar.

Porque el mundial mueve y paraliza a la vez: antes de cada partido, ahí estás, preguntándole a tu conocido ducho en fútbol qué tiene que hacer tal o cual equipo para clasificar. Porque durante el mundial, escuchas la historia del jugador menos conocido del mundo y de alguna manera, hasta quieres que le gane o al menos no pierda contra tu equipo favorito… porque durante el mundial, la emoción puede más, tanto, que te tiene madrugando, o buscando en Google un resultado que, hace unos meses, antes del último repechaje parecía irrelevante, pero que ahora importa porque escuchaste que tu jefe tiene un vecino que es compadre de un excompañero de tu primo segundo lejano que está participando en una quiniela, y que puso unos resultados ridículos, pero en los últimos dos días pasó del penúltimo al tercer lugar, y ahora está a 2 ‘sorpresas mundialistas’ de ganar…

Porque todos conocemos a alguien que está ahí, en el trabajo con los audífonos puestos, con una de esas aplicaciones online para ver canales de cualquier parte del mundo… con una silla frente al televisor. Porque aunque estés en casa, en la oficina, en el bus de camino al trabajo, o con el azadón en mano y el oído puesto en la radio de baterías, la rutina se va unas semanas de vacaciones, porque el nombre que vaya después del grito de “¡Gooool!” no importa con tal de emocionarse y por eso vale la pena tener el celular con el volumen bajito, al final, esas cosas solo pasan una vez al año, o mejor dicho, un mes, cada mil cuatrocientas días. Porque todos conocimos a alguien que está allá, y que seguramente se habría emocionado con la hazaña mundialista de turno.

Porque durante el mundial, en la cancha, los equipos grandes dejan de ser grandes, al menos hasta que el resultado lo confirme, en el mundial, los equipos “pequeños” dejan de ser pequeños mientras su corazón diga lo contrario… porque un partido en el mundial puede cambiar la forma en que el mundo te ve (que se los cuente Zidane), porque en el mundial,  fuera de la cancha, el Grupo de la Muerte puede llegar a ser el Grupo de la Suerte si tu rival tiene un mal día, o si la emoción de tu país es más grande que el antecedente de tus otros 3 oponentes; para ejemplos, el caso de Costa Rica, que una vez (no hace muchos años), después de que todos le dieran por muerto por compartir grupo con 3 campeones mundiales, terminó en primer lugar, pero eso es otra historia.

 

P. D.: es fútbol, no intentes entenderlo.


Zinedine Zidane saliendo expulsado
en la final del Mundial de Alemania 2006,
su último partido como futbolista profesional. 


Que vea… aunque a veces no vea.

Dicen que nunca es tarde para contar una buena historia, quizá eso me ha dado cierta comodidad cada vez que me he dispuesto a escribir. La c...