Fíjate en la imagen de arriba y dime quién de los dos es Superman y quién es Batman; la respuesta parecería muy obvia, pues los dos tienen su traje puesto. Sin embargo, si miras con un poco más de detenimiento te podrás dar cuenta de que hay cosas que no cuadran. Por ejemplo, que el peinado de Superman no es el típico con el que se le representa comúnmente, que Batman tiene una ligera mueca de sonrisa y Superman tiene el ceño fruncido o que Batman tiene lentes encima de su traje… ¡BIENVENIDOS A JUEGOS MENT…! No, ya en serio. Esta ilustración pertenece al cómic #37 de Batman. Lo que pasó en esta historia es que Clark y Bruce intercambiaron sus trajes para entrar a una fiesta de disfraces. Y aunque a simple vista no parece muy fácil de distinguir, el dibujante sí va dejando pistas a través de las ilustraciones y la iconografía de los personajes; cada dibujante hace a Bruce y Clark distintos, y gracias a detalles simbólicos (como los lentes, la expresión facial, el contexto, etcétera) nosotros sabemos quiénes son… exactamente eso mismo pasa con las distintas figuras religiosas, mitológicas, históricas y hasta publicitarias. Por ejemplo, hay gente que, decide leer un cómic, no por su historia sino simplemente por si les gusta o no el tipo de dibujos. Y a pesar de que la iconografía y los iconos históricos no son exactamente lo mismo, llegar a ser cualquiera de ambas cosas no es tan sencillo, es necesario ser lo suficientemente representativo y hasta emocional. Es necesario transmitir lo suficiente para que aquellos a los que representas se sientan identificados, y ser reconocido por aquellos que ni siquiera pertenecen a un contexto similar al tuyo.
Por cierto, hace unos días se realizó en Doha el sorteo para el mundial de fútbol que se realizará a final de este año en Catar. El sorteo del mundial, no es un sorteo más. De hecho, yo diría que es ese punto en el que mucha gente que no tiene el más mínimo interés en ese tipo de eventos comienza a sentir la ‘Euforia’ (no, no la de Netflix, esa es horrible). Después del sorteo, todo el ambiente comienza a prepararse; locales para alquiler en oferta, televisores en liquidación, ‘packs’ de cerveza, quinielas de bancos, posters de periódicos, calendarios mundialistas, que “si juntas las tapitas te ganas la pelota”, “internet gratis para ver los partidos”, venta de álbumes… hasta las estampitas te las venden súper caras si las que buscas son las más cotizadas o del jugador de moda.
Fuera de lo futbolístico, hay ciertas píldoras que ha dejado el sorteo. La sencillez, humildad, y el bienquedismo del bicampeón mundialista y capitán brasileño Cafú cuando le preguntaron por sus sensaciones sobre sus rivales de grupo “Veo que Brasil está en buena posición […], cuando jugamos contra Suiza no fue fácil. Camerún siempre es difícil…” casi contradictorio con el discurso cargado de orgullo y convicción de Lothar Matthäus, que aunque ganó solamente un campeonato mundial, después de todo, es alemán: “Los alemanes siempre tenemos mucha confianza […] respetamos a todos los equipos pero esto es un mundial. Hay muy buenos jugadores, espíritu de equipo, tenemos un gran entrenador; hay que disputar todos los partidos al más alto nivel… haremos todo lo posible para ganar este mundial.”
Más allá del debate y la polémica que ya es hasta obvia en este tipo de shows, el espectáculo del sorteo se lo terminó llevando, al menos en redes sociales, La’eeb la mascota oficial. No les mentiré, al inicio no estaba muy seguro si me parecía igual de simpático y ‘bonito’ que las mascotas anteriores, pero la pregunta es ¿qué es La’eeb? ¿Un fantasma? No. ¿El alma de algún jeque catarí? ¿La servilleta que le firmó Zidane a Florentino Pérez en Montecarlo para confirmar que quería jugar en el Real Madrid? Tampoco. La’eeb es una kufiya. La kufiya es una prenda tradicional árabe. En los países del golfo pérsico (como Catar) es utilizada, normalmente –y especialmente por los hombres–, junto con un agal, que es el círculo negro que la sostiene sobre la cabeza. Se utiliza en espacios laborales, educativos, eventos públicos y diplomáticos, etcétera. Es, digámoslo así, parte del atuendo nacional. Eso que todos pensaríamos que sería buena imagen para representar internacionalmente ‘lo nuestro’, como decía el slogan de un banco. Es decir, La’eeb es un ícono. Un ícono mundialista.
Quizá no tan simpático como Pique, de México 86’, o tan peculiar como Naranjito, porque pensándolo bien ¿qué podría tener de icónico una naranja? Sin embargo ¿quién podría saber más historias peculiares, icónicas y emocionantes que el futbol? Algunas positivas, otras no tanto, y con lo frágil e impredecible de la vida (sobre todo en este caso, en plena pandemia y con una guerra de por medio) para bien o para mal, al final, todas memorables. Memorables desde la cancha o la tribuna, o mejor dicho, desde el sillón de casa con el televisor prendido, desde alguna mesa en los horarios libres o de comida. En las madrugadas o con los audífonos puestos en horarios de trabajo. Algunas que quizá hayas visto, otras que tal vez alguien te contó. Todas, todas son memorables.
Memorables desde la cancha, como la venganza de Robben a Íker en 2014 después de que el portero español le hubiese parado todo en la final cuatro años antes.
Memorables como la anécdota que contó alguien una vez sobre cómo un niño brasileño y su padre escuchaban por la radio la final del ‘Maracanazo’, algo que hoy en día volvería a ser totalmente histórico, y no es para menos porque ese pequeño de tan solo 9 años sería nada más y nada menos que el Rey Pelé. O como la historia de ‘el Goyco’, portero suplente de Argentina que por una lesión y una inolvidable tanta de penales contra Italia (en Italia) terminó siendo figura y protagonista de aquel mundial en el 90’.
Y ya que andamos en anécdotas de penales, también como la historia de Luis Suárez en el partido de Sudáfrica 2010 contra Ghana (por cierto, ¿han escuchado el relato de la tanda de penales de Carlos Muñoz? “Muslerita… Muslerita, ¡Muslerita, Musleritaaaa!). Ese partido no fue solo memorable por el manotazo de Lucho, sino porque Asamoah falló el penalti de la victoria a un minuto del final de los tiempos extra (se imaginan lo que hubiera significado que Ghana llegase a semifinales). Tiempo después el mismo Asamoah contó que decidió no volver a patear jamás un penal. Y es que Sudáfrica 2010 era ya muy polémico desde antes de iniciar, especialmente por su balón. Decían que querían hacerlo totalmente perfecto y que por eso muy pocos jugadores podían dominarlo. Casi nadie, de hecho. Nadie, excepto Diego Forlán, que según cuentan, meses antes le pidió a Adidas una gran cantidad de balones para practicar después de los entrenamientos con su equipo, y vaya si no dieron resultado las horas de entreno, porque el Cachavacha terminó como balón de oro del torneo, pero eso es otra historia. Lo cierto es que, todas esas anécdotas serían vanas si no tuviesen detrás algo qué recordar, quedarían vacías si no tuviesen un sueño o una emoción como punto de partida, porque después de todo, aficionado o no, un mundial –y una ilusión– te pueden cambiar hasta la vida… por las historias o por los recuerdos. Después de todo, uno nunca sabe cuántas copas del mundo le quedan.
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Maradona y Sergio Goycoechea saludándose durante la tanda de penaltis en el partido contra Yugoslavia, la primera gran actuación del ‘Goyco’. |
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